Es el nuestro un pueblo despolitizado, desconocedor de las relaciones de
poder, de su origen y de los mecanismos de dominación, circunstancia ésta que
le ha condenado por siglos al sometimiento y la explotación. En la percepción
popular, la política es una actividad de lo peor, convertida por los
gobernantes en verdadero trapeador, vil e inescrupulosa por antonomasia, propia
de funcionarios embusteros y abusivos, que se dedican a saquear los recursos
públicos. Este cinismo en el ejercicio del poder ha generado en el pueblo
franca animadversión ante eso que llaman política: de ahí los altísimos niveles
de abstención electoral. Pero esta salida instintiva no resuelve los problemas
sociales; los pueblos siguen siendo víctimas de los políticos y el sistema que
representan, pues al excluirse de la toma de las decisiones, las dejan en manos
de aquéllos.
Dada su importancia histórica, la política ha sido concebida por las grandes
inteligencias de todos los tiempos como actividad humana fundamental, al menos
mientras existan las condiciones económicas y sociales que la originan, a
saber: el conflicto entre clases sociales o sectores de clase que pugnan por el
predominio. Aristóteles y Platón analizaron el fenómeno con gran profundidad.
Categoría central en ella es el poder, relación expresada por Weber así: es
“aspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del poder
entre los distintos Estados o, dentro de un mismo Estado entre los distintos
grupos de hombres que lo comprenden" (Max Weber, El político y el
científico). En Gramsci, el pilar de la política, "es el que existen
realmente gobernados y gobernantes, dirigentes y dirigidos. Toda la ciencia y
el arte político se basa en este hecho primordial, irreductible […] ciencia
política significa ciencia del Estado y Estado es todo el complejo de
actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no sólo
justifica y mantiene su dominio, sino también logra obtener el consenso activo
de los gobernados". Menos francos, los científicos adosados al aparato de
poder han suavizado el concepto, convirtiéndolo en sólo “participar en los
asuntos públicos”, en términos puramente administrativos, encubriendo así su
esencial carácter de clase, bajo una apariencia light.
La política es ubicua; está en las iglesias y las organizaciones deportivas,
entre los científicos, en las universidades, en los ejidos y sindicatos, etc.
Es el caso, por ejemplo, del profesor que aspira a ser director de escuela, o
el estudiante que quiere encabezar una sociedad de alumnos; ambos hacen
política, pues participan en la lucha por el poder, aunque sea de manera
encubierta, no confesando siempre su propio interés, y ocultando que son
también políticos; caben aquí también aquéllos que se dedican sistemáticamente
a difamar a un determinado partido, grupo o persona, pero, sin decir a quién
quieren encumbrar en su lugar.
Ciertamente, en los niveles más elementales de la política, un individuo
aislado podría tener algún éxito, pero en cuanto se plantee hacer cambios
sociales mayores, la tarea adquirirá mayor complejidad y, por necesidad, será
siempre cuestión de equipos. Y no olvidemos que se hace política de manera
consciente o inconsciente, pasiva o activa, pues como dijera Mao Tse Tung, los
neutrales no existen; idea expresada ya por José Martí en otros términos: ver
en silencio un crimen es cometerlo.
Pero aprovechando la instintiva reacción popular de rechazo a esta actividad,
se ha puesto de moda una especie de políticos que niegan ser políticos, y se
autodenominan “ciudadanos” y “sin partido”. Éste es un mimetismo muy común en
las universidades, donde para legitimarse y alejar de sí toda sospecha, se
autodenominan “académicos puros”, aunque muchos de ellos en realidad no lo
sean. Se les conoce porque empiezan siempre sus discursos con este cliché:
“quiero aclarar que yo no pertenezco a ningún grupo político”, pero en los
hechos, como verdaderos tartufos, se dedican afanosamente a buscar el poder.
Quienes fomentan en los estudiantes la fobia a la política hacen mucho daño,
pues cuando éstos egresen y busquen un empleo o lo desempeñen, la encontrarán
en todos los poros de la sociedad, y no estarán preparados para orientarse en
ella. Al pueblo debe educársele políticamente, haciéndole ver que esta
actividad, si bien envilecida por los gobernantes, es mucho más que eso: es,
puede ser, instrumento de progreso social, y debe ser rescatada. Mucha política
hizo Abraham Lincoln para abolir la esclavitud en Estados Unidos (y después
Martin Luther King contra el racismo). También pertenecía a un partido, el
liberal, el benemérito Benito Juárez, jefe de la lucha contra la intervención
francesa. Con política liberó Mahatma Gandhi a la India del yugo inglés;
militantes fueron, también, personajes tan respetados y admirados, como el
Doctor Salvador Allende y el gran poeta Pablo Neruda; igualmente, Nelson
Mandela, encarcelado por años por luchar contra el apartheid en Sudáfrica, y,
al final, elegido presidente de la República. Política ha hecho Lula da Silva
en Brasil, para ganar el poder y hacer progresar a su pueblo (formó el Partido
de los Trabajadores). Todos ellos han hecho valiosas contribuciones al progreso
de la Humanidad. ¿Cuál era, pues, su delito? ¿Ser miembros de un partido?
¿Debía acaso don Francisco I. Madero pedir perdón de rodillas ante los “sin
partido”, los asépticos y francotiradores, por promover y formar parte del
partido antirreeleccionista? ¿Habría que juzgar, post mortem, al General Lázaro
Cárdenas del Río, el gran agrarista y nacionalizador del petróleo, por haber
fundado, él mismo, un partido?
En resumen, hacer política no es por necesidad algo ignominioso, siempre y
cuando se haga en pro de la felicidad social. Podemos, pues, ignorar a la
política, pero ella no va a ignorarnos a nosotros, y mientras los pobres no
sepan qué es el poder ni quiénes ni cómo lo ejercen, nunca podrán liberarse ni
influir en el destino del país. Por esa razón es que conviene a los poderosos
la satanización de la política: para alejar de ella a los estudiantes pobres y
a las grandes masas trabajadoras, impidiéndoles abrir los ojos, reclamar
colectivamente sus derechos y encontrar el camino del progreso.
Publicado por Guazapares 09:30 PM 08/03/2013